Estamos en la loca era de vital donde los verbos top suelen ser "ampliar", "incrementar", "crecer", "escalar" y otras chicas del montón. El mundo ya no es suficiente y si no vives en la expansividad pintas a rara avis.
Pues yo me bajo aquí, junto a uno de mis verbos favoritos al que se le está poniendo cara de antiguo (llamémosle vintage). El verbo "mantener" o ese cada vez más extraño superpoder al que quiero poner en valor hoy y siempre.
La capacidad de mantener. Joder qué bonito suena pero qué jodidamente difícil es, a veces, conseguirlo.
Llegar y Conseguir son siempre más amables que Permanecer y Mantener, ambos cinturón negro de la resiliencia vital, sobre todo cuando las cosas se ponen feas. Mantener esa sonrisa ante la adversidad, reflejo inequívoco de "seniority" o mantener esa calma y esa ecuanimidad ante las grandes mareas, qué remedio tan bueno y a la vez escaso para no contagiar el desánimo.
Mantener esa mirada que altera bioquímicas mientras te lo dice todo sin decir. Esa mirada cómplice que estrecha vínculos y brota de empatía, en el polo opuesto a la luz azul de las pantallas que inocula extrañeza social entre nuevas generaciones, cada vez más ajenas al "piel con piel".
Y aunque en inglés sea más pegadizo, no es menos cierto que deberíamos pasar del "screen to screen" al "skin to skin". Un abrazo de más de ocho segundos es terapéutico y no debería suscitar más allá de un balsámico agradecimiento.
Mantener a tu pareja. Mantener unida a la familia. Mantener a tus amigos de la infancia. Mantengamos en nuestras vidas para siempre a los de siempre. Que eso no significa hacerlo de manera tóxica ni a cualquier precio, pero probablemente sí a un precio mayor del que nos estamos desacostumbrando a pagar. Mantener tus cosas y tus gentes y arreglarlas cuando se rompen en lugar de reemplazarlas.
Mantener la salud. Unos buenos hábitos de vida. Mantener aficiones y lugares comunes.
Mantener tu trabajo, tu esfuerzo, tu generosidad, tu foco, tu prioridad, tu generosidad, tu tiempo de vida intacto, tu dignidad y esas tantas otras cosas buenas por mantener. Mantener el recuerdo de los que ya no están y merecieron seguir estando.
Y mantener también ese sano hábito de dejar de mantener lo que no te sostiene. Mantenerte firme (que no rígido) en tus convicciones. Mantenerte siempre en tu palabra como el más sólido contrato que puedas establecer contigo mismo.
Cuenta la leyenda que "no merecemos aquello que no somos capaces de conservar", sin que ello sea necesariamente bueno o malo (a veces se hace necesario), de ahí que resultará esencial discernir aquello que merece ser conservado y aquello que no lo merece para mantenernos firmes en ambos frentes. ¿Has hecho nunca este ejercicio?.
Mantengámonos pues en lo que valga el esfuerzo para perdurar de la mejor manera posible cuando ya no estemos: en el recuerdo de aquellos que nos quisieron.
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