El rincón del churrasco


El rincón del churrasco es ese lugar, oscuro e inhóspito, que puedes encontrar en la mayoría de organizaciones. Ese rinconcito emocional patrocinado por una congregación de gente tóxica y más quemada que el palo de un churrero que, reconociéndose entre ellos (Dios los cría y...), acaban afiliándose en una especie de partido de la queja deportiva.

El rincón del churrasco es el club de la gente con quemaduras de tercer grado que no para de dar la brasa. Es un lugar con olor a cerrado, a gato mojado, a ideas rotas y a un "yo sí sé de qué hablo". Es un llorómetro lleno de evangelistas de la reclamación nimia. Un lugar huérfano de alternativas. 

El rincón del churrasco es una estirpe a extirpar. Devotos de la colonoscopia ajena sin anestesia y amos del perro del hortelano, estos sin padre, normalmente comparten sus frustraciones personales con vestido de reivindicación populista con maquillaje de todo a cien.

Pero fíjate bien que el churrasquito normalmente no se pira nunca. Que digo yo; si no estás bien en un lugar; ¿por qué no te vas a buscar otro mejor?. Y es que la pregunta se responde sola porque la realidad es muy tozuda: porque no le quieren en ningún otro lugar. Y uno debe ser consciente de esta circunstancia. No hacerlo, puede suponer una miopía fatal, para uno mismo.

Lo de menos es de quién es la culpa. Lo de menos es el "no eres tú, soy yo". Creo que el 1% de churrasco tiene la misma culpa que el kamikaze que va en contradirección en una autopista de cuatro carriles en hora punta. ¿Acaso todos los demás están equivocados?. Posible, pero poco probable.

¿Culpa de unos o de otros? Acaso del jefe de la brasa, el que la aviva, el que no la acalla. El churrasco maestro. Y ya se sabe, churrasco escoge churrasco. Y así es como se escribe proliferar. Porque el churrasquito será muchas cosas, pero tonto del todo no y sabe que si se arrima a ascua tóxica, aunque tóxica, suyo será el cielo de las brasas. 

Si te quejas de dónde estás pero no te quieren en ningún otro lado, sé consciente y da gracias por la acción social que probablemente esté haciendo tu empresa contigo. O, como mínimo, no dés por el feedback. Que no haya cola de ofertas en tu casa es una señal. Aprende a leerlas.

Una vez me dejaron claro la santísima trinidad del Hecho - Pagado - Olvidado, y que el contador cada día vuelve a ponerse a cero. Que aquello de "con lo que yo he hecho" se anula con aquello de "con lo que la empresa ha pagado" y que el único derecho adquirido es el de la pataleta improductiva. Suena todo lo duro que es, pero ya sabéis que este blog no es para románticos.

Que si "la cosa está muy mal" (seguramente para ti, sí, churrasquito), que si "no es el momento", que si "la abuela fuma", que "si la crisis" o "el perro se ha comido mis deberes". Y es que los caminos de la excusa son inexcrutables.

Lo que digo es que no podemos olvidar ni por un instante todo lo que de bueno tenemos. Cosas. Personas. Momentos. Hoy más que nunca, en este loco mundo, hay que valorarlo todo y no dar por descontado nada. Todo cuesta y cada vez hay que correr más para mantenernos en el mismo sitio. Seamos conscientes que lo que realmente aportamos y lo que recibimos y que, si sentimos inequidad, es hora de dar las gracias sonriendo y marchar en búsqueda de vientos más favorables.

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