Títulos


La semana pasada me hicieron una preposición. Sí. Una preposición. Lo habéis leído bien.

Y para los pensáis que se escribe proposición, deciros que me han ofrecido añadir, a mis funciones actuales como Director de Personas en Otsuka España y como Responsable de Talento para toda Europa, las de ser el Director de personas PARA la filial de Otsuka DESDE Italia. Y en italiano, claro está. El reto es mayúsculo y mi ilusión es máxima. Y sí, por supuesto que he aceptado.

Pero es que no basta con eso. En poco más de una semana he terminado la carrera de Derecho; me han confirmado que voy a dar mi primera clase de MBA nada menos que en IESE Business School y APD me ha contactado para colaborar con ellos para impartir sesiones de formación. 

Me siento muy afortunado. Feliz. Y con mucho agradecimiento que repartir. A todas las personas que siempre me habéis ayudado y lo hacéis hoy en día. Por vuestra generosidad. Por habérmelo enseñado todo. Por estar junto a mí. Por darme todo cuanto sois. Porque no sé bien bien cómo he ido a parar al centro de un montón de gente mejor que yo. Porque a veces creo que no me lo merezco. Soy incapaz de listar a todos a quienes quiero reconocer, por la enorme lista que supondría y por terror a dejarme a nadie. 

Siempre he defendido que el nivel de valor añadido es inversamente proporcional a la longitud del cargo que aparece en tu tarjeta de visita, así que espero ser una excepción a mi norma.

Me siento responsable y no quiero defraudar a nadie, pero también es verdad que, llámale experiencia, llámale edad, llámalo qué sé yo, voy a vivirlo con intensidad pero con liviandad (ah!...liviandad, qué gran descubrimiento). 

Y porque, con el tiempo, he descubierto que los títulos más importantes de mi vida, aquellos que de verdad importan, son los títulos de "papá", "hijo", "hermano", "marido" o "amigo", todos hijos de la misma empresa: "familia".

Hoy, de nuevo, no va de mí. Mi tiempo ya pasó. Hoy y siempre va de vosotros. Siempre fue de eso. Que nadie se equivoque. Yo intentaré no hacerlo.

En definitiva, gracias a los buenos por estar y a los malos por no molestar.

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