Aeropuerto de Barcelona. Seis de la mañana. Cola de embarque hacia Alicante con destino final, Murcia. Detrás de mí, dos tipos con mi mismo itinerario. Resumen de la conversación:
- "y hasta Murcia, ¿cuánto hay?"
- "unos 70 km más o menos"
- "y ¿cómo haces?..."
- "me pillo coche de alquiler. En taxi son más de 200€..."
- "pero ¿no paga la empresa?... Que se jodan, ¿no?"
¿Os imagináis?...¿130€ diferencia x N trayectos x Y personas x Z años?
Otro ejemplo que igual os suena: comer en un restaurante. Hay gente que, cuando paga la compañía, el Celler de Can Roca le parece poco. Les oyes hablar y parecen la caricatura de Ferran Adrià. Ahora bien, si les tocara pagar a ellos...ay cómo cambia el cuento!. Y ni una cosa ni otra: hablo de proporcionalidad, pero la misma siempre. Proporcionalidad sí, Congruencia, también.
Intentaré ser breve: de los creadores de "la felicidad no se puede medir" o "es imposible medir el impacto de la desmotivación", aquí tenéis un KPI: el coste del "que se jodan", o el diferencial de coste entre hacer las cosas como si el dinero de la compañía saliera de tu bolsillo o hacerlo como si saliera de un malvado explotador de quien queremos vengarnos por ese concepto tan sui generis de " justicia moral" (sic).
Querer a la gente y preocuparnos de ella de manera genuina tiene un innegable beneficio, primero en nosotros como personas y después en cómo hacemos sentir a los demás. Una persona que se siente querida en su empresa se sentiría avergonzada por una conversación anterior y supondría un "menos gasto" a final de año o, lo que es lo mismo, una mejor Cuenta de Resultados.
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