Hoy lo dejo.


La realidad de perder 16 de las últimas 20 partidas de Ajedrez sentía que me gritaba una y otra vez "déjalo, que está claro que el Ajedrez no es lo tuyo". Hechos que reforzaban la idea de mi inmunidad al aprendizaje y del tener que afrontar que quizás no era el lápiz más afilado del estuche. En paralelo, me emborrachaba de videos de Youtube viendo campeonatos online del genio argentino y Maestro Internacional de 11 años Faustino Oro en los que el pequeño bromea y comenta online sus partidas a ritmo Blitz (de tan solo 3 minutos con dos segundos de incremento por jugada) al mismo tiempo que las juega y va destrozando uno tras otro a grandes maestros como si fuera - y nunca mejor dicho - un juego de niños. Sobrado de recursos y con un cálculo prodigioso, aquello todavía acrecentaba la distancia entre mi deseo de llegar a jugar decente algún día y mi nivel de juego actual.

Y así, hecho unos zorros a nivel de motivación y con la idea de darme unos meses de reflexión, comencé mi clase diciéndoselo así a mi profe de Ajedrez, un Maestro Internacional con grandes dotes para la pedagogía. Y lo que me dijo para reflotar al muerto fue lo siguiente, que os resumo:

1. Perspectiva: "Has bajado 150 puntos en los últimos 90 días. Cierto. Pero si te fijas bien, estas 16 partidas y los 150 puntos los has perdido todos en sólo dos días concretos. Dos días malos en los que te obsesionaste en seguir jugando cuando no estabas para jugar y que explican todo el retroceso.". Y continuó con una visión más general, con "empezamos hace tres años y tenías 700 puntos. Hoy, tres años más tarde, tienes más de 1000, lo que hace indiscutible que has mejorado y, por cómo juegas, hoy haces jugadas desde conceptos que nunca antes te hubieras planteado". 

Tres años para mi era una vida, cuando para el aprendizaje del Ajedrez es nada, máxime porque el tiempo no es una unidad métrica útil (imagínate que juegas 1 partida al año. En 3 años de "aprendizaje" lo habrás hecho con solo 3 partidas) sino la "densidad de partidas", esto es, las partidas analizadas que juegas por unidad de tiempo (más allá del entrenamiento, base de todo). Y yo, que en 3 años he jugado apenas 3000 partidas, pensando que era mucho, me puse a comparar y vi que mis contrincantes habían jugado un promedio de más de 20.000. La perspectiva es clave. Y también ser consciente de que la recompensa (aprendizaje) suele ser progresiva al esfuerzo (3000 vs 20.000).

2. Aprendizaje no lineal: Conforme vas mejorando, te van emparejando con rivales más fuertes, por lo que es normal que vayas perdiendo más partidas al comienzo. Ello explica por qué el gráfico de mejora no es lineal y habitualmente presenta un perfil de sierra creciente.

3. El error es para todos: enseñándome una partida en la que un Gran Maestro perdía una partida clave de un campeonato cometiendo un error de bulto.

4. Lo que cuenta es el cómo, más que el resultado (a mi nivel y para mis fines): esto es, me comentó que analizó mis partidas y en ninguna me "machacaban" sino que conseguía posiciones mejores que mis rivales con más tiempo en el reloj (que es un buen indicador de nivel de cálculo y conocimiento) pero que la partida la acababa perdiendo yo por "colgarme" alguna pieza (que quiere decir que te la capturan por dejarla desprotegida). "Las partidas las has perdido tú, más que te las han ganado los demás, lo que debe mantenerte optimista con tu evolución".

5. Adaptación inmediata: viendo mi estado de humor, adaptó los contenidos para que fueran más amenos y sencillos (eso lo intuí) para "recuperarme" a nivel de motivación.

6. Despresurizar: "Si quieres tomarte un tiempo de descanso, genial. Lo importante es que te diviertas".

Y así que, al final, mi obstinación (que me encantaría dulcificar diciendo resiliencia o persistencia) hizo que agendáramos una nueva clase dentro de poco tiempo. Cuenta la leyenda que el dolor de bajar los brazos era superior al del propio aprendizaje.

El Ajedrez debería ser una asignatura obligatoria en todos los colegios por todo cuanto te da (cálculo, estrategia, toma de decisiones bajo presión - del tiempo -, resiliencia, memoria, concentración, tolerancia a la frustración, gestión de estrés...) pero, sobre todo, por todo cuanto hace que aprendas sobre ti.

Palabra de principiante.

Esa montaña



Hubo una vez en el que una persona sabia, rodeada de misticismo, me dijo que tenía que aprender a ser esa montaña. 

Esa montaña que, sabiendo quién es y con qué objetivos y prioridades se ha comprometido, se mantiene inamovible ante modas y presiones que huelen a inútil y que hoy soplan por el Sur, pero que mañana lo harán por el Norte. Impasible al desgaste de su corteza, resiliente siempre a fuegos, plagas e inundaciones. 

Esa montaña que se esfuerza al máximo en aquello que forma parte de su ámbito de control e influencia y que, a la vez, acepta con sereno estoicismo todo aquello que le acontece y que queda fuera de dicho ámbito. Esa que persiste, firme, tras cada fracaso. Esa que se perdona y que busca el legado a largo plazo en pro del postureo a corto. 

Esa montaña sujeta por raíces y ajena al qué dirán, que vive en paz consigo misma sin perder de vista nunca el horizonte y que asume la crítica de su camino por parte de aquellos que nunca se han puesto sus zapatos. Esa que no pone excusas que sus amigos no necesitan y que a sus enemigos no les importan. Esa que no se queja. Esa montaña que, pase lo que pase, va a seguir estando ahí: en hacer lo correcto por el simple hecho de ser lo correcto.

Quizás no supe verlo en aquel momento y tan sólo me faltaran esos veinte años de nada para asumirlo, pero, en definitiva; ¿qué son veinte años para una montaña?


Vasos comunicantes - Employer Satisfaction?

 



Ríos de tinta sobre Employee Engagement o el Employee Satisfaction pero poco sobre el Employer Satisfaction, como si no fueran los padres quienes sostuvieran a sus vástagos. Que no digo yo que no se deba velar por el bien del peque, pero qué poco dura éste en los lares profesionales sin el cobijo de sus padres que son, en definitiva, quienes se juegan el tipo para pagar la fiesta. 

Satisfacción del Empresario; sí, me refiero a ese vade retro Satana de los alérgicos al esfuerzo en pro de la dádiva divina y/o de los caídos en la marmita sindical llena de Eau de Naphtaline.

Entenderlo es fundamental para pasarse el juego, así que voy a tratar de explicarlo fácil tal y como lo entiendo yo:

Imagina tres vasos comunicantes llenos de líquido como los del dibujo chusquero que ves y que está hecho a medias por una IA (justo hoy ha salido ImageGen para chat GPT que da un salto cualitativo, aixx):

a) En el tubo de la izquierda tienes el "Valor" que aporta el empleado, con absoluta independencia de su esfuerzo, horas invertidas o lo simpático que sea. El tubo tiene un émbolo que empuja el líquido hacia abajo cuanto mayor es el valor aportado por el trabajador.

b) En el tubo de la derecha tienes el "coste" de mantener al empleado. Y no me refiero sólo al económico. Si el trabajador es un imbécil integral eso es también un coste (y un coste hundido, dicho sea de paso). Este tubo también tiene un émbolo que presiona el líquido hacia abajo cuanto menos coste representa mantener a ese trabajador.

c) Finalmente, tenemos el tubo central que no tiene émbolo y que se llena más o menos a consecuencia de las presiones de los émbolos de los tubos adyacentes. Este tubo refleja la verdadera Satisfacción del Empresario. Así de simple. Así de crudo. Así de real.

Cuanto más valor aportas y menos cuestas, más satisfacción generas y más lunas de vida te garantizas. 

¿Que quieres ganar más pasta y eso hace que el émbolo del tubo de la derecha se levante? ningún problema, siempre que seas capaz de presionar el tubo de la izquierda aportando mayor valor, de modo que el nivel del tubo central -como mínimo - no baje. Lo llaman dinámica de fluidos o también...sentido común. 

En mi barrio también lo conocen por "quien quiere mayor premio tiene que pagar mayor precio".

¿A que parece simple?, pues igual no te lo crees pero es una de las cosas que más rápidamente se olvidan en las organizaciones...









Quítate

 


 A partir de una cierta edad la vida va de quitar en lugar de añadir. Va de vivir con menos y no de vivir con más.

Va de quitarte conocidos con ínfulas de amigo que te hurtan este tiempo que se merece el amigo de verdad.

Va de quitarte la importancia que nunca has tenido y de quitársela también a los demás; de quitársela a ese monstruo del qué dirán. Quitarte de ti mismo. Del pensar que tus problemas son mayores que los del resto y que, por tanto, requieren de mayor atención. 

De quitarse la presión de equivocarse y el miedo a intentarlo. De quitarse de la justificación que un amigo no necesita y que no le importa al enemigo más que para reciclarla.

Quitarse del exceso tóxico del comer y beber e incluso del no estar.

Quitarse de hablar mucho para que te escuchen más o de rellenar silencios preciosos con un ruido que nadie te pide.

Va de quitarse de la ecuación, siendo consciente que tu tiempo ya va pasando y que ahora va siendo el de otro. 

Quitarte de acumular cosas para dejar paso a esos momentos. Quitarte de modas estúpidas y de seguir corrientes empujadas por incapaces con intereses.

Quitarte de enfadarte, de no perdonar o incluso de no perdonarte. Quitarte de recordar lo negativo para acordarte de lo significativo. De quitarte años de la cabeza. Quitarte lo que no pudo ser para dejar espacio a lo que podrá ser. De cambiar el "si hubiera" por el "y si hago...?"

De quitarte de obstinarte en tus opiniones o creencias, de quitarte de lodazales digitales, de bajar a discutir con imbéciles o de incluso quitarte de pensar que quien está ahí es porque se lo merece. Quitarte de pensar que el Pueblo es sabio o de que cada vez estamos peor.

Quítate silenciosamente del ruido. Porque en el arte de quitarse, el artista, sólo puedes ser tú.