¿Y el objetivo de tu vida?
Esta pregunta suele dejarnos en silencio o, como mucho, balbuceando
superficialidades o automatismos. Cuesta encontrar respuestas
claras, concretas y significativas. Y, sin embargo, todos reconocemos la importancia de tenerlas.
Séneca lo expresó de manera
afilada: "Para quien no sabe a qué puerto se dirige, ningún viento le
es favorable." Y si Séneca me permitiera, añadiría que "si no
sabemos adónde nos dirigimos, lo último que debemos hacer es correr, a riesgo de llegar lo antes posible al lugar equivocado".
Durante años, he sentido una
obsesión enfermiza por encontrar esa brújula interior. Ese faro que, incluso en
las noches más oscuras, te orienta y te ayuda a discernir si lo que haces
hoy te acerca o aleja de tu verdadero propósito. Pero para que esa
brújula funcione, primero hay que tener un norte. Un “para qué” que dé sentido
a tu existencia.
Tardé más de lo esperado, escribiendo, borrando y volviendo a empezar. Hasta que encontré mis dos objetivos primarios que dan sentido a mi vida y que comparto hoy contigo por aquello de constatarlo en esta bitácora (y que responde a uno de estos objetivos):
1. Trascender, dejando un legado de recuerdos positivos y duraderos en aquellos a quienes aprecio; un legado de ideas creativas y útiles para los demás; y un legado de dos hijas que sean buenas personas, felices y con opciones para puedan ser lo que deseen.
2. Disfrutar diariamente del regalo de la
vida, planificando como un inmortal pero viviendo como un terminal, junto a mi mujer y resto de familia y amigos.
Una vez hecho, ahora faltaría decidir el modo de conseguir dichos objetivos: hora de decidir tu estrategia personal. La mía es la siguiente:
a) Invertir mis recursos (tiempo, dinero, energía, escucha, etc.) en personas y cosas que lo merezcan para (intentar) dejarlas mejor que como me las encuentro, con especial foco en mis hijas, resto de familia y amigos. Y que conste que decidir dónde poner tus recursos implica una decisión tanto o más importante, como es el decidir dónde no ponerlos o, lo que es lo mismo, decidir a qué vamos a renunciar. Y comprometernos con todo ello.
b) Generar contenido (libros, artículos, videos, etc.) con ideas creativas, sencillas y rentables, útiles para el resto.
c) Aprovechar sin demora de toda oportunidad de disfrute, salvo que ponga en riesgo algo de mayor importancia.
Dicen que hecho es mejor que perfecto y, en definitiva, esto no va de perfección, sino de que a uno este ejercicio le sea útil y le sirva, como decía, como ese faro al que todos necesitamos acudir de tanto en tanto.
¿Te sirve?